La «perla del Caribe» o la «llave del nuevo mundo», como se conocía a Cuba en la época, demostró, una vez más, su importancia estratégica durante la Guerra de Independencia de los Estados Unidos. Hasta La Habana llegó, en agosto de 1780, el enorme convoy naval que transportaba más de once mil soldados, enviados desde Cádiz por la Corona Española, para combatir contra los ingleses en La Florida, La Luisiana y Centroamérica. Desde allí, Gálvez, Solano, Saavedra y otros jefes militares planificaron las operaciones militares españolas. De la isla, en marzo de 1781, partió la expedición que conquistó Pensacola, así como la que tomó las Bahamas en abril de 1782.
El puerto de La Habana era refugio seguro y habitual para los navíos norteamericanos que surcaban aquellas aguas transportando suministros para los rebeldes o haciendo la guerra de corso. En la fortaleza de La Cabaña, tuvo Gálvez su cuartel general entre 1781 y 1782. Muchos habitantes de La Habana Vieja cedieron sus casas para alojar al elevado número de oficiales y soldados llegados durante la guerra contra Inglaterra. Sus conventos e iglesias se convirtieron en hospitales para el gran número de enfermos y heridos. Particulares y otras instituciones colaboraron, en agosto de 1781, en la colecta de 500.000 pesos (unos 34.000.000 de dólares al cambio actual) entregados a la flota francesa que combatió en Yorktown.