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Ataque preventivo en el Misisipí. La marcha de Gálvez

«He leído las noticias oficiales del gobernador de La Habana del triunfo de los españoles en Las Floridas. Si el resto de los puestos británicos caen, será un golpe muy importante y, con toda probabilidad, las operaciones allí tendrán una influencia favorable en las operaciones en su zona (Carolina del Sur)»
GEORGE WASHINGTON AL MAYOR GENERAL BENJAMIN LINCOLN, 27 FEBRERO DE 1780

En junio de 1779, España declaró la guerra a Gran Bretaña. Bernardo de Gálvez, gobernador de La Luisiana, decidió dar el primer golpe ante una previsible ofensiva británica. Después de reunir suministros, barcos, cañones y soldados, se encontraba preparado para iniciar las operaciones a primeros del mes de agosto. Pero, en una sola noche, un violento huracán destruyó todo lo que se había reunido con tanto esfuerzo en aguas de Nueva Orleans. Sin embargo, no pudo destruir la determinación del gobernador para cumplir las órdenes del rey.

Gálvez estaba dispuesto para partir de nuevo el 27 de agosto de 1779. Salió de Nueva Orleans al frente de una fuerza pintoresca: 170 soldados veteranos de los Regimientos del Príncipe, España y Fijo de La Habana, 330 reclutas del Regimiento de La Luisiana, 80 milicianos de Nueva Orleans, 80 afroamericanos libres y otros 600 voluntarios de todas las castas y colores entre acadianos, alemanes y franceses. Completaban la expedición 160 indios de las tribus opeluza, atakapa y point-coupé y 8 voluntarios americanos, entre los que se encontraban Oliver Pollock y el capitán Pickles. En total, casi 1.500 hombres. Esta fuerza constituyó el primer ejército multirracial de Norteamérica. Según Pollock, avanzaron bajo las banderas de España y la nueva de los Estados Unidos.

Los acompañaban diez cañones en lanchas que remontaron el río Misisipí desde Nueva Orleans. La columna se dirigió a los puestos ingleses río arriba. Gálvez no quería perder el tiempo y pretendía tomarlos antes de que se conociera la declaración de guerra entre españoles y británicos.

Once días y un centenar de millas más tarde, la fuerza de Gálvez alcanzó los alrededores de Manchac. Había sido un viaje muy duro y gran parte de sus combatientes se hallaba fuera de combate por el cansancio, el calor o la enfermedad. En aquel momento, Gálvez informó por primera vez a sus soldados sobre la declaración de guerra contra Gran Bretaña y obtuvo una respuesta entusiasta por parte de sus hombres. Al amanecer del día siguiente, 7 de septiembre, lanzaron un ataque sorpresa contra Fort Manchac, en el que capturaron una veintena de casacas rojas británicos. A continuación, Gálvez siguió su avance hacia Baton Rouge, a donde llegó el 12 de septiembre, con su fuerza ya reducida a la mitad. Allí encontró una fortificación de empalizadas rodeada por un foso y guarnecida por unos 400 soldados británicos y alemanes, con 13 cañones, más 150 milicianos afroamericanos y blancos.

Hubieran sido necesarias varias semanas de asedio convencional para reducir la fortaleza británica, así que Gálvez utilizó una estratagema. Durante la noche del 20 de septiembre, ordenó que se instalara una batería y que, inmediatamente, abriera fuego contra los británicos, como ataque de diversión, mientras se instalaba otra batería a tiro del fuerte, para engañar al enemigo sobre el punto de esfuerzo principal. Al día siguiente, comenzaron los disparos a corto alcance que obligaron al enemigo a rendirse después de tres horas de bombardeo. Fueron capturados 375 británicos y aliados de Waldeck, al mando del teniente coronel Alexander Dickson, así como varias banderas, incluyendo la del 16.º Regiment of Foot. Oliver Pollock estuvo al frente de las conversaciones de rendición y Gálvez obligó a incluir en la capitulación a otros ochenta soldados del cercano Fort Panmure, en Natchez. Quinientos milicianos y esclavos fueron liberados, ya que los españoles no contaban con suficientes soldados para vigilarlos. Así, quedaba libre de ingleses todo el río Misisipí, permitiendo el transporte de suministros aguas arriba sin peligro.

José Manuel Guerrero Acosta
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